jueves, 7 de febrero de 2019

¿QUIEN ES LUCY?

                     ¿QUIEN ES LUCY?

Don Johanson es el descubridor de Lucy, tal vez el homínido más famoso, una Australopithecus afarensis que vivió en la actual Etiopía hace 3,2 millones de años. El 24 de noviembre celebraremos el cumpleaños de su hallazgo en 1974. Johanson no solo es una eminencia en el campo de la paleoantropología: también es un comunicador excepcional. En octubre tuve la ocasión de verle en una conferencia en el Museo Arqueológico Regional de Madrid, la primera que hace en España a sus ya 73 años de edad. Contó unas cuantas cosas alrededor de la historia del hallazgo de Lucy y, sobre todas ellas, me quedé con una frase que dejó caer para nuestra consideración: 

“La historia de Lucy es la historia de todos nosotros”

¿Qué puede significar esto? A mí la charla de Johanson me inspiró tres pequeñas reflexiones:

1) Para empezar, Lucy es posiblemente la evidencia más antigua de bipedación indiscutible, que fue el primer rasgo que llevó a aquellos primates en su camino evolutivo hacia lo humano. ¿Es Lucy nuestra tatara…tatarabuela? Johanson prefiere denominarla jocosamente más bien su novia. Nosotros pensemos que, a la hora de elegir entre los términos “antepasado directo” o “pariente lejano”, siempre debemos quedarnos con que todos los homininos de nuestro árbol filogenético somos parientes lejanos. Es decir, hemos de imaginar no un árbol sino un arbusto, en el que cada una de las ramas son una prueba y error que la selección natural ha hecho a lo largo de millones de años, y en el extremo de una de la ramitas más largas estamos nosotros, la única superviviente de las 20 o 25 especies de homininos que han existido.



La historia de Lucy, la historia de todos. Don Johanson. Foto: Roberto Sáez

2) En segundo lugar, Lucy dio un vuelco a nuestro conocimiento sobre los orígenes del hombre justo en el momento más apropiado, cuando en el campo de la evolución humana había casi más opiniones que fósiles, y se necesitaba un hallazgo clave que ayudara a encontrar el norte en este ámbito de conocimiento. Y se necesitaban a grandes científicos y a grandes comunicadores, como lo fueron Johanson y sus colegas. A partir de Lucy, del resto de fósiles de su especie, y de los hallazgos posteriores en Etiopía, Tanzania y Kenia, se comenzó a pintar un “arbusto” evolutivo humano que es frondoso pero ya vamos intuyendo su tronco y las principales ramas que lo guían, aunque sigue provocando opiniones distintas y debates apasionados. Siguiendo el ejemplo de Johanson, hoy entre los científicos de las nuevas generaciones solemos encontrar también a grandes comunicadores.

3) En tercer lugar, los parientes de Lucy en Tanzania también nos dejaron un precioso regalo, una impresión creada no por la muerte, como son los fósiles, sino por la vida: las huellas de Laetoli, el rastro de unas pisadas idénticas a las que tú y yo haríamos hoy sobre la arena húmeda de la playa.

Lucy estuvo oculta entre rocas durante 3,2 millones de años hasta que la erosión nos la mostró, junto con los restos fósiles de cientos de animales entre los que convivía. Podemos usar la metáfora evocadora de las huellas de Laetoli, que nos dejaron sobre ceniza aquellos australopitecinos durante unas pocas horas junto con otros muchos animales de su mismo entorno: rinocerontes, jirafas, ciervos… tal vez para que viéramos que Lucy era una parte profundamente integrante del medio natural.

Pero, a diferencia de todos nuestros antepasados, nosotros nos hemos ido alejando de ese mundo natural. Somos los animales más poderosos, los más innovadores, los más creativos, y también los más destructivos. Este fue el mensaje con el que terminó Johanson. La inteligencia que hemos ganado en nuestra evolución nos ha hecho ser una especie muy afortunada, lo que debería hacernos pensar en nuestra responsabilidad respecto al medio natural. No podemos separarnos de él, porque no tenemos ningún otro sitio a donde ir.

Más información: ¿Qué nos falta por saber de Lucy? (acceso a artículo)



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